El dieciocho: una independencia que nunca fue

¿Quién no ama cuando se acerca esta época?
Empieza septiembre, las casas se llenan de banderas, la dieta de cada chileno pasa de cualquier cosa a empanadas, terremotos y mote con huesillo. El sentimiento patriota nunca es más alto que en estas fechas.

Para mí es una fecha cargada de emociones: recuerdos de niñez en fondas familiares, y años después en Suecia, cuando me enteré de que había una fonda chilena y corrí a comprar entradas. Grande fue mi sorpresa al ver lo inmensa que era: cientos de personas en el extremo norte del mundo reunidas para celebrar un evento ocurrido hace más de 200 años y a más de 10.000 km.

Les adjunto las siguientes imágenes para que comprendan mi gran desconcierto ante tal espectáculo:

Suecia Suecia 2
Hagelbyparken, Tumba, Suecia

Lo brutal es comparar cómo se celebran estas fechas en otros países. Difícilmente algún lugar del mundo festeja su independencia con tanto fervor como Chile. En EE.UU., lo habitual es un asado en casa o fuegos artificiales. En Venezuela, el 5 de julio, las celebraciones no son más que desfiles y una cena familiar. La sorpresa de los extranjeros al ver cómo un país entero cambia su ánimo por una semana entera es real. Sin duda, es algo de lo que deberíamos sentirnos orgullosos. Pero también es mandatorio preguntarnos: ¿qué es exactamente lo que celebramos?


Qué pasó hace 200 años

Mi intención no es explicar la diferencia entre la Primera Junta Nacional de Gobierno ni de si antes se festejaba en febrero. Podemos concluir que la llamda independencia de Chile culmina el 5 de abril de 1818, en la batalla de Maipú, cuando el ejército libertador de San Martín y O’Higgins expulsó a las fuerzas de la corona.

De ahí viene la celebración: creemos que pasamos de ser una colonia gobernada por europeos a tener la capacidad de autogobernarnos, de imponer nuestras leyes y preservar nuestras tradiciones.

Claro que eso suena digno de celebrar, ¿no? Mmm… la realidad es más compleja. Conseguimos apenas la mitad del plan original de los libertadores. Y lo más grave: nos acercamos mucho más a la América fragmentada que temían San Martín y Bolívar que a la visión de unidad que ellos buscaban.


Un plan inconcluso

Ahí está el gran mito: creemos que ese día Chile quedó libre.
La verdad es que la independencia fue apenas media victoria. Para los libertadores —San Martín, Bolívar, O’Higgins— romper con España era el primer paso. El plan completo era unificar Hispanoamérica en una gran patria común. Esa segunda parte jamás ocurrió.

Bolívar lo vió claro: si pasábamos de ser el trasatlántico más grande del mundo a pequeños estados divididos, otras potencias nos convertirían en colonias informales. El plan era simple: independizar los virreinatos, mantener la unidad y unificar políticamente la región. ¿Qué ocurrió? Solo lo primero. Las élites locales prefirieron gobernarse a sí mismas, aunque eso significara volverse extranjeras entre sí.

El resultado fue predecible: guerras entre pueblos hermanos, deudas gigantescas, bloqueos económicos. Como explica Marcelo Gullo, pasamos de ser vasallos de España a dependientes de Inglaterra, luego de Estados Unidos, y hoy el peso creciente de China. Lo que llamamos independencia terminó siendo dependencia encubierta.


El plan sigue intacto

Lo más interesante es que el plan sigue ahí, esperando ser realizado.
San Martín, O’Higgins y Bolívar no lo lograron, pero su visión quedó registrada. Hubo múltiples intentos: la Gran Colombia, la Confederación Perú-Bolivia, el Imperio Mexicano, el Imperio de Brasil… Ninguno prosperó, pero todos demuestran que el sueño siempre ha estado en nuestras entrañas.

Hoy, en plena transición del poder global de Occidente hacia Oriente, la oportunidad vuelve a abrirse. Este tipo de ventanas aparecen solo cada varios siglos. Tenemos dos opciones: repetir otros 100 o 200 años de neocolonialismo bajo otra potencia, celebrando fiestas patrias mientras vivimos una mentira; o volver a intentar la unificación, con todo lo difícil que eso implica.

Si algún día lo logramos, entonces cada 18 de septiembre dejaremos de celebrar un mito y por fin podremos decir: la independencia se concretó de verdad.

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